El pasado pasó por allí y no tuvo ganas de irse. Se enamoró del río y de las nubes que mestizan el cielo germánico, ávido de colorearse y ofrecer nuevas formas tridimensionales. Sintió el viento que no despeina y el calor que no sofoca. Y le debe haber gustado eso.
El pasado da patadas caprichosas, dolorosas, insistentes.
Hasta el futuro es un reflejo de las patadas del pasado. Hasta el futuro no es más que una imposición del pasado. Hasta el futuro se contagia del pasado y el pasado no deja que el futuro sea.
El pasado se hizo música, se hizo parque de ensueño, parque urbano, se hizo bloques de cemento en un laberinto agobiante que grita víctimas y silencio y grito. El pasado es monumento imponente y devoción austera.
El pasado, también, es frío y pedazos de muro desperdigados por una ciudad que saluda su memoria con solemnidad y arte callejero.
El pasado es rojo, sí. Y es también edificio modernoide y neopolíticas que resucitan.
El pasado tiene arte, diseño, voz y voto.
Berlín enamoró al pasado. Y no lo deja que siga camino.
1 comentario:
Muy bien el uso del pasado rojo. Ahora, por favor, podría reescribirlo conjugando en futuro estertoreo?
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