Para mi cumpleaños me regalaron un anotador nuevo.
El viejo, que ya pasó por tantas historias, viajes, cambios de ánimo, amores y decepciones, necesitaba jubilarse.
El nuevo es artesanal y tiene hojas ya escritas. Es divertido, tiene una dedicatoria llena de ternura y no tiene renglones. Tiene un anillado enorme y una tapa de cartón corrugado. Viaja conmigo para todos lados.
Últimamente, el proceso de creación está cambiando.
Ahora escribo, imprimo, recorto y pego.
A veces corrijo en lapicera por encima, a veces dibujo en los bordes. A todo le pongo fecha a mano.
A veces el título tiene ribetes, a veces el título no sale a tiempo y debe ser agregado después.
El fetiche de ver mis propias letras impresas me da distintas ganas de seguir escribiendo.
Y, cada vez, me vienen más ganas de imprimir en cantidad, repartir a la gente que quiero, guardarme en el bolsillo el miedo a compartir las cosas y ver qué me devuelve el mundo.
Y, cada vez, me vienen más ganas de imprimir en cantidad, repartir a la gente que quiero, guardarme en el bolsillo el miedo a compartir las cosas y ver qué me devuelve el mundo.
2 comentarios:
extraña forma la suya,
gracias por pasar lau,
besote,
fede.
No sé usar anotadores, definitivamente no sé.
No me quedan lindos, ni interesantes, ni me reflejan, me los olvido...y tengo un problema parecido con las agendas.
Tengo muchos problemas jaja!
(qué lindo el tuyo)
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