"Los cuerpos, después del amor, huelen a alma"
Luis Eduardo Aute
Holanda huele a café con leche. O el café con leche huele a Holanda.
Y lo mismo pasa con Córdoba y las galletitas de agua.
O la piel de mi abuela, que olía a mimo y a cocina.
Cuando la casa huele a eucalipto, yo me siento corriendo, aunque esté detenida. Sí. El eucalipto huele a libertad y a viento en la cara. Aunque las ventanas cerradas huelan a consultorio de médico o a casa triste.
Por la mañana, mi Gala huele a bebé nuevo y la casa, a buenos días.
La lluvia, cuando saluda temprano por la mañana, huele a mamá y, por la noche, a una estación de tren desvencijada.
Y el pasto huele a rulos y tus rulos huelen a sol y verano.
El viento tiene olor azul, mientras que el mar tiene olor a inabarcable y a desconocido.
El olor del rocío cansino tiene olor a brazos rotos y el viento fuerte huele a ganas de salir volando.
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