jueves, 13 de octubre de 2011

VII. París

Estás tan lejos en mi memoria, que casi merece un sueño haberte conocido.
Disfrazo la ficción que te relata en mis recuerdos de caminata interminable y de hotel de noche de verano y pateo esta esfera de recuerdos informes y disfuncionales.
Tengo aromas e imágenes. Tengo la desazón de descubrirte tan cotidiana y otra. Me mostraste que sí, que las ciudades tienen las mismas pecas y los mismos malestares.
Me pusiste los ojos plumosos y me hiciste francesamente cursi.

No entenderías, no, lo que digo cuando digo que quiero recordarte, porque para vos no pasa el pasado por tus ojos.
Vos no sos un vals, vos no sos Notredame llena de música. Vos no sos la sensación de vuelo y de años que se condensan en 3 días de tour rabioso. No sos el pintor que había volado a Montmartre y me prometía, rompiéndome las ganas, que no todo era lo que creíamos que era.
Me releo: "La ratita sabia, la niña intrépida.", así me llamó ese pintor testigo, "El hombre que tiene arte en su halo y que está ahí, para contar vivencias, para vivenciar cuentos... Escribis como actuas cuando te achispas, ¿entendés?"
No sé si me gusto. Me sueno a sueño de ratita sabia y de niña intrépida, que creía. Todavía.


No sé si sos.
Pero te recuerdo, lejana. Y basta desempolvar una bolsa que me hace estornudar y me llena las manos de polvo.
Eso debés ser entonces.

Polvo.

No hay comentarios: