Sin sentido, tomé el libro de Poesía, 2 de Federico García Lorca de esa formidable Obra Completa. Abrí una página al azar y me encontré con un atípico poema en prosa, "Suicidio en Alejandría".
Me quedé con este fragmento.
Intenté improvisarle encima, pero soy pequeñita.
8 y 17
Ya no tiene remedio. Bésame sin romperme la corbata. Bésame, bésame.
7 y 16
Yo, un niño, y tú, lo que quiera el mar. Reconozcamos que la mejilla derecha es un mundo sin normas y la astronomía un pedacito de jabón.
6 y 15
Adiós. ¡Socorro! Amor, amor mío. Ya morimos juntos. ¡Ay! Terminad vosotros por caridad este poema.
5 y 14
4 y 13
Al llegar este momento vimos a los amantes abrazarse sobre las olas.
3 y 12
2 y 11
1 y 10
Un golpe de mar violentísimo barrió los muelles y cubiertas de los barcos. Sólo se sentía una voz sorda entre los peces que clamaba.
Toda el agua del mundo se ha incendiado
y han quedado los pozos donde hubo lagos.
¿Será que empezó el infierno cuando nos cruzamos en el camino de los desencuentros? Encontrarnos en un movimiento de desencuentros mutuos.
Donde estaban los mares hay desiertos blancos,
donde estaban los ríos hay puro viento manso.
¿Dónde están? ¿Dónde estás? Guiámonos con los ojos cerrados.
Para verdear la tierra nos separaremos.
Para encontrarnos nos desescontraremos, hasta que haya caminos cruzados.
Vos te irás a los vientos mi amor,
yo me iré al desierto.
El desierto y el viento se encuentran. Y voy a sentir la brisa de tenerte cerca, cuando eso pase.
Y con esa tristeza lloraremos.
Lloveremos.
Yo que lloro salado lloraré los mares.
Vos que llorás tan dulce mi amor,
los ríos y los lagos.
Lloraremos, lloveremos.
Y cuando la tristeza haya traído los mares,
hayan vuelto los ríos y hayan vuelto los lagos,
¿Volverán? ¿Volverás?
ahí pasaré a buscarte, mi amor,
¿Estás? ¿Dónde estás?
algo seco, algo mojado,
para que estemos juntos y sonriamos.
Para que estemos juntos.
Sos como el viento que viene, despeina, sopla y se va.
Hay un momento, antes del beso, que se empieza a besar con la mente.
Ese momento en el que el beso el inevitable y todo se está yendo, para bien o para mal, al tacho. Ya no vas a tener la misma categoría, ni los mismos besos, ni las mismas ganas. Son esos segundos previos en los que te convertís en algo distinto, por arte de la magia misma.
Hoy en día estoy en ese período constantemente.
Qué lindo sería poder decirte: "¿Sabés qué? Hace un rato que te estoy pidiendo que me beses y vos ni enterado."
"El elotoño es la más misteriosa de las estaciones porque no hace ni frío ni calor y entonces uno no sabe qué ropa ponerse. Debe ser por eso que yo nunca sé cuándo estoy en elotoño. Si no hace frío pienso que es verano y si no hace calor pienso que es invierno. Y resulta que era elotoño."
Mario Benedetti - Primavera con una esquina rota
El otoño es alergia y voz de viejito fumador.
El otoño es dorados y marrones y ruido de hojas que me dan ganas de que sea siempre otoño.
Porque también es la estación de las mandarinas, de la estufa y de la sopa diaria.
El otoño es la ropa de lana y las ganas de quedarse en la cama un rato más, porque afuera hace frío y la nariz se pone colorada.
A mis pasados se les da por jugarme malas pasadas.
Vuelven a aparecer, en forma de reproches con mal timing, como sueños, susurrando canciones o revolviendo recuerdos.
Por suerte, con la misma facilidad que aparecen, me demuestran que si pasé y no estoy ahí, algo habrá pasado por ese presente para convertirlo en pasado.
A cada reproche se suman veinte respuestas, a cada sueño se acopla la tranquilidad de que sólo sea un sueño. Las canciones son mías. Y los recuerdos son ficciones, casi como cualquier librito Losada de 4 pesos.
Llenarme de culpas ajenas para comprobar que del desamor se sale detrás de la primera pollera, ya no vale la pena.
Por suerte, no sólo no se muere de amor, sino que al amor se lo mata en la primera esquina que sonríe un poco por demás.
ya ví Bodas de sangre en vivo, en un teatro madrileño, en versión flamenco,
ya aprendí a bailar flamenco, aunque apesto,
ya escuché a Buika en vivo, y me abrazó con su voz de susurro en grito,
ya subí al Sacromonte y un gitanito viejo me cantó para mí sola, en un verano sofocante, luego de saludarme con su "Adiós, Catalina",
ya vi flamenco en el Cardamomo,
ya fui a una cueva del Sacromonte, y escuché retumbar su alma.
El jueves por la noche, pude completar un punto más.
Ya ví a Diego El Cigala cantándome, a mí sola, en un teatro lleno de gente. Y cantó tango y cantó bulería y cantó alguna rumbita. Y ahí estábamos. Él y yo. Los dos solos. Envueltos en un grito de alma gitana. Y el sonido de sus palmas, que llegaba a donde estaba yo, claro, fresco, vívido. Porque el cantaor canta con el alma, y acompaña con el cuerpo.
No me lloren la pena negra si se enteran que me muero.